jueves, 30 de julio de 2009


Hace meses, ya no recuerdo cuando, conociste mi cuerpo, dulce pecado decías, sabrosa maldad. Que irónicas suenan esas palabras hoy, que ya no estás.

Conociste la suavidad de mi piel y mi frialdad se desmoronaba entre tus brazos, ante tus húmedos besos y tus suaves caricias.

Conociste las sinuosidades de mi cuerpo, te perdiste en los recovecos de él, hurgaste en los lugares mas profundos, pero solo era piel.

Perdí la conciencia por segundos cada vez que el placer me embargaba, transformando mi rostro, mis ojos y mi voz, con cada beso que en mi entrepierna dabas.

Dijiste conocerme enteramente, pero solo conociste la piel. Esa piel de la cual extrajiste el sabor dulce y sal, te saciaste de su aroma libidinoso, sus cambios de calor y la inconciencia del placer. Dijiste conocerme, pero solo conociste piel.

Nunca me miraste a los ojos, esos que el alma reflejaban, solo te gozaste en el cuerpo, pues quizás nada mas te importaba.

Si hubieras mirado en ellos, y hubieras visto lo que te mostraban. Quizás si tan solo hubieras mirado bien, nuevamente habríamos compartido una cama.

Conociste mi cuerpo, mientras yo el alma te mostraba, alma que no oculta cosas, alma que no tiene odios ni maldad, alma que solo ama.

Hoy sé te pierdes en otro cuerpo, en sus aromas y sabores, en sus caricias, en su piel. Lo recorres como al mío, buscando que ella explote de placer.

Solo me pregunto ¿La haz mirado a los ojos? ¿qué te refleja su alma? ¿Qué te dice su mirada? U otra vez solo el cuerpo importaba.

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