jueves, 16 de octubre de 2008

JUEGOS


Las caricias y los besos eran una pasión para ellos, disfrutaban de cada uno de esos instantes de ternura, eran una delicia para los dos.
Ella lo esperaba cada noche, en una vigilia casi interminable, acostada en su cama, desnuda como a el le gustaba. Lo sentía llegar y entrar sigilosamente en la habitación, mientras ella fingía dormir. Le encantaba cerrar los ojos y ver, sin mirar, como el se iba desnudando. Mientras el lo hacia la miraba acostada ahí, tierna delicada, indefensa, tenia ganas de tocarla, sentir su calor, besar sus labios, sentir su aroma. Sabia que encontraría su cuerpo desnudo y tibio, debajo de esa sabana que la cubría, y si bien dibujaba sus formas no dejaba ver en plenitud la belleza de su mujer.
Se recostaba a su lado, casi sin tocarla, pero podía sentir la tibieza de su piel, su aroma, mientras a ella se le erizaba la piel al sentir el contacto de sus manos en su cuerpo. El sabia que ella no dormía, que lo esperaba, pero aun así la besaba suavemente para despertarla, ella abría sus ojos con mirada somnolienta para devolver ese beso, empezando así el juego de las caricias.
El la aprisionaba entre sus brazos, como queriendo quitársela incluso al aire, el sentir sus cuerpos casi fundidos el uno con el otro era lo mejor que les podía suceder al terminar el día, así aprisionada ella le tocaba el rostro, su cabello, con un dedo recorría todo el contorno de sus labios, el calor de ellos la impulsaba a besarlo una y otra vez, luego con la yema de los dedos repasaba todo su rostro, como queriendo imprimir en ellos el rostro de el.
Con la respiración entrecortada por la pasión y gemidos apagados, se acariciaban, el aprovechando ese abrazo que a ella casi la inmovilizaba se dedicaba a tocar su espalda, con roces casi imperceptibles, con caricias que apenas rozan, luego con un dedo recorría toda la extensión de su columna, desde la nuca hasta sus glúteos, suavemente, sin prisa. Sabia que esto provocaba mas de un estertor en el cuerpo de ella y cuando llegaba el primero, no podía evitar esbozar una sonrisa, ella lo miraba y sonreía también, pues sabia que el lo hacia con la intención de apasionarla mas, lo tenia demasiado claro.
En esa posición el controlaba todo, pues podía tocar, rozar y explorar toda su espalda y mas allá, sus glúteos y parte de sus piernas, también podía tocar su cabeza, su cuello, pero lo que mas gozaba era besar y lamer el lóbulo de su oreja, suavemente, respirar en su oído y decirle lo mucho que la deseaba.
Ella mientras tanto trataba de liberarse de ese abrazo, de apartarse un poco, luchaba sin luchar, un juego. El la iba soltando poco a poco para que fuera ella quien lo acariciara ahora, quedaba recostado, ella con su cabeza sobre el hombro de el. Ahí comenzaba a tocar su pecho, dibujar círculos alrededor de sus tetillas, jugar con el pelo en pecho que el tenia, con un dedo recorría casi sin tocarlo su frente, la nariz, la boca, su cuello, su pecho hasta llegar a su ombligo donde dibujaba círculos, con la yemas de sus dedos. Continuaba hacia abajo y se detenía a milímetros de su pene, con los nudillos lo acariciaba en toda su extensión una y otra vez, dibujaba otro circulo alrededor y volvía a subir, mientras el gemía y se contorsionaba casi sin quererlo, ella ahogaba una risilla nerviosa, pues mientras hacia todo esto no dejaba de mirarlo, disfrutaba de los gestos y su respiración entrecortada.
Les gustaba jugar así, para ellos la penetración era un complemento, lo importante eran esos juegos, eso era en verdad, lo que los llenaba mas de amor.
Hoy ella también espera en vigilia, pero ya no duerme desnuda, pues nadie llegara sigilosamente a recostarse a su lado ni a acariciarla. Hoy solo tiene los recuerdos. Porque a los Ángeles no se les permite jugar.

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